Harry Almela Poesía

La poesía de Harry Almela
(Rafael Arráiz Lucca.)
«Yo no pretendo ser original. Ese no es el rasgo distintivo de la poesía. No es suficiente ni es necesario.Por eso me burlo y asumo la literatura como un juego»
La obra de Harry Almela (1953) está compuesta hasta ahora por ocho poemarios, lo que suma ya un conjunto considerable. Se inicia con Poemas (1983), un título en el que esplende el poema breve en su vertiente ungarettiana: luminoso, preciso, metafórico, distinto del aforismo de filiación surrealista o del epigrama latino, también distinto del fogonazo que pervierte la sintaxis. A esta veta le sucede otra de diversa índole, la que se expresa en Cantigas (1990), la que se realiza en la estructura del monólogo dramático. En él, el autor es mujer, es personaje histórico, se detiene a tomarle el pulso al pasado. El poema se realiza en el recurso de la intertextualidad, le abre la puerta a la cabalgata de la historia (¿un homenaje a Cavafy?) no sin apelar a la ironía o a otras inflexiones de la distancia, caras a la postmodernidad, Luego el paréntesis que significó Cantigas se cierra y el autor vuelve por los fueros de la brevedad luminosa (Fértil miseria, 1992; Muro en lo blanco, 1991; Frágil en el alba, 1993):

Nunca tuve bosques/como de animal o nieve/para trineos/pero más cerca/en el corazón tuve/un río /río tenaz/hospitalario/con puerta de piedra /blanca /hablaba/en mayo /se/quejaba/ bramando/venía /con ladrillos de/adobe/y /animales/endurecidos /yo /scuchaba/recostado/a las puertas/en sillas de madera.

Entonces su discurso se acercó a su punto más fino, la criba había hecho efecto. Sus poemas prístinos, tallados con una extraña ternura y nostalgia, comenzaron a leerse como postales enviadas desde otro tiempo, hablando de paraísos perdidos. En su voz se pudo catar entonces el sabor de la mejor tradición del poema breve entre nosotros: el nítido constructo que logra Pérez Só [Reinaldo] en sus primeros libros. Suerte de combinatoria entre el habla común, el monólogo del contemplativo, la reconstrucción melancólica y la transmutación de la experiencia en discreta categoría. Entonces, también, comenzó a leerse entrelíneas el peso de una cultura poética: desde sus versos hacen guiños tópicos, imágenes, recursos que han sido incorporados al discurso desde la experiencia vital epicéntrica de la lectura. Pero, además, en su obra comienza a transparentarse otro pálpito: el autor cultiva otros géneros, de allí que la pulsión del ensayista aflore a ratos, de allí que la elocuencia del narrador también emerja a veces.Si en sus libros el tema amoroso estuvo siempre presente, no es sino hasta la publicación de El terco amor (1996) que se hace omnímodo. Entonces el verso deja de ser corto, pero el trabajo espacial persiste. En verdad, ya es tiempo de decir que Almela no está casado con una sola estructura poemática, en cierta medida similar a la estrategia de Cadenas [Rafael], cada libro suyo presenta un desafío y una línea de investigación formal. Si primero hallamos el poema breve de verso corto, ahora hallamos el verso largo en el formato de silencio espacial, y antes ya leímos el poema de talante narrativo, en monólogo dramático, y luego leeremos el poema largo de reconstrucción anecdótica, en abierto parentesco con la familia de cierta poesía anglosajona o ya hispanoamericana. No cabe duda: la poesía es para Almela a la par que realización vocacional, expresión de su libertad indagadora, de su libertad experimental. Es polimorfa, mutante ambigua, se alimenta de la transgenericidad y de la ubicuidad de la corporeidad plástica.Los trabajos y las noches (1998) es expresión de lo que afirmé antes. En él nuestro autor levanta otro reino. El del poema abiertamente intertextual, el que se alimenta de poesía, referencias geográficas, la experiencia del viaje, la epístola, el haiku, la declaración de amor, su estadía en Cataluña, María Kodama como depositaria de su fervor borgeano, Palomares [Ramón], Sánchez Peláez [Juan], Sucre [Guillermo], la infancia y todo aquello que sea propicio a la libre navegación del poeta por las aguas más francas. Suerte de explosión de sus posibilidades narrativas, ensayísticas y poéticas, los textos son un compendio festivo de la libertad expresiva. Más que la articulación de un dolor, estos poemas constituyen una ampliación de la casa, un ensanchamiento de la capacidad torácica, un mezclaje, una liberación que no excluye en su registro el paso del desengaño, la furia, el hastío, la noria.

Todo vértigo finaliza/cuando se construye una nueva casa. /Adentro, restituidos/al fin de toda adversidad,/no se molesta a nadie. /Y cuando menos lo esperamos,/los dados de un dios menor
devoran las paredes/que con fuerza y temor has construido./Las hormigas se encargan del resto silenciosas. /Luego iniciamos el artificio de otra morada./Y así toda la vida.

Su último poemario se inscribe dentro de las coordenadas de su trabajo anterior a Los trabajos y las noches, su respiración es distinta al de este libro‑explosión, se titula Palabra o indigencia (2000). En él se le toma el pulso al latido de la personalidad, a la naturaleza de las voces interiores. Se proclama una búsqueda y un fracaso, y se hace de la escisión de la personalidad sustancia reflexiva. El dolor, el hastío, la indecisión retoman sus territorios y propagan sus hálitos. El tránsito complejo de la voz hablante retorna su voz susurrante y meditabunda, como si se articulara después de un esfuerzo, de una superación de sus propias barreras. La incomodidad ante el mundo se hace manifiesta, el odio ante la estulticia de su entorno citadino refulge, una suerte de reclamo a sí mismo y a los otros por su propia quietud se expresa. El festejo de la infancia ha pasado, el tono del poemario es presente y doble: luminoso en la expresión de una interioridad en trance, pero negro en la reconstrucción de un estado del ser. Pero no debe sorprendernos: la poesía toda de Almela responde a sus movimientos de ola, a sus marcas, a sus humores, es fruto de un alma crispada ante los cambios del viento. Y, sin la menor duda, una de las obras que viene haciéndose desde los años ochenta con mayor resonancia interior.